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La Medicina moderna nos ha llevado a aumentar la esperanza de vida de las personas. Si, es verdad, cada vez vivimos más años. Pero lamentablemente esos años de más suelen acompañarse de una peor calidad de vida para las personas mayores en nuestra sociedad. Y no sólo para los mayores sino también para cualquier persona (con independencia de la edad) que haya sufrido una lesión del sistema músculo- esquelético que le produzca dolor o limitación para sus actividades lúdicas, deportivas o de la vida diaria.

El nuevo reto de la Medicina es ahora no sólo prolongar los años de vida sino el conseguir mejorar la calidad de vida con independencia de los años que vivamos. Es decir, no sólo dar más años de vida a nuestros pacientes sino dar más vida a esos años, más calidad de vida.

Cada vez es mayor el número de personas que viven con dolor crónico en algunas articulaciones. Muchos pacientes todavía tienen dolor a pesar de haber recibido los tratamientos habituales para su tipo de lesión.

Además, continúa aumentando el consumo de fármacos antinflamatorios como el Ibuprofeno y de diversos analgésicos, incluyendo derivados opiáceos, para que muchos pacientes puedan sobrellevar el dolor. En diversos países el empleo de analgésicos derivados de opiáceos se ha convertido ya en una auténtica epidemia que “mata” anualmente a un gran número de personas.

Durante muchos años hemos vivido en un escenario en el que los médicos, ante estas lesiones o ante el dolor crónico, solo podíamos ofrecer medicación antinflamatoria (con importantes efectos secundarios) o tratamientos quirúrgicos agresivos. 

Por otra parte, un porcentaje importante de procedimientos quirúrgicos en cirugía ortopédica han demostrado ser ineficaces o poco eficaces en diversos estudios y ensayos clínicos (y sin embargo algunos de esos procedimientos siguen siendo los que con más frecuencia se realizan a nivel del sistema músculo-esquelético.

La razón fundamental radica en el hecho de que cada vez son más las publicaciones científicas que nos indican que muchas de las intervenciones quirúrgicas habitualmente “establecidas” carecen de una evidencia científica suficiente como para justificar el seguir realizándose como se realizan actualmente.

¿Cómo sería la Medicina si existiese algún tipo de tratamiento o de técnicas, no quirúrgicas, que pudieran reparar esas lesiones y eliminar así el dolor?

Hoy en día estos tratamientos son posibles gracias al empleo combinado de distintas terapias biológicas y celulares, es decir, Proloterapia, Plasma rico en plaquetas, Células madre (de la médula ósea o de la grasa, principalmente) e incluso productos derivados de estás terapias.

 ¿Por qué no funcionan los tratamientos convencionales?

 Hoy en día los problemas articulares pueden tratarse mediante muchos y diversos procedimientos médicos. Sin embargo, pocos de estos procedimientos abordan el problema subyacente en lugar de tratar los síntomas. Desde un punto de vista puramente financiero, es más lucrativo tratar los síntomas ya que eso asegura que el paciente nunca se cure y necesite regresar para seguir recibiendo tratamiento o estar “condenado” a la toma crónica de medicamentos.

Las lesiones ligamentosas causadas por el deporte son la causa principal de sobrecargas musculares crónicas en deportistas. Los tratamientos habituales de medicina deportiva y fisioterapia con frecuencia alivian los síntomas, pero no llegan a curar las lesiones ya que no se está tratando la causa, que es la debilidad de los ligamentos y la consiguiente laxitud articular.

Llegados a estas situaciones parecería que ya no existe solución al problema, salvo de forma parcial con una intervención quirúrgica. Pero afortunadamente si existen soluciones, no necesariamente quirúrgicas, que permiten recuperar la estabilidad de dichas articulaciones, y de esa forma eliminar el dolor y el deterioro progresivo.